jueves, 3 de julio de 2008

LECCIONES SOBRE CALIDAD MORAL EN LA MEDIUMNIDAD

ESTA ES UNA INTERESANTE CÁTEDRA DADA POR UN MENTOR ESPIRITUAL, CONTENIDA EN EL LIBRO DE ANDRÉ LUIS LLAMADO EN LOS DOMINIOS DE LA MEDIUMNIDAD, QUE ESPERO SIRVA DE REFLEXIÓN PARA NUESTROS HERMANOS.


En materia de mediumnidad, no nos olvidemos del pensamiento.
Nuestra alma vive donde está el corazón.
Caminamos al influjo de nuestras propias creaciones, sea donde fuere.

La gravitación en el campo mental es tan efectiva como en la esfera de la
experiencia física.
Sirviendo al progreso general, el alma se mueve en la gloria del bien. Encerrándose
en el egoísmo se arrastra, en desequilibrio, por las tinieblas del mal.
La Ley Divina busca el bien para todos.
Colaborar en la ejecución de sus propósitos sabios es iluminar la mente y clarificar
la vida. Ponerle trabas con el pretexto de favorecer los caprichos perniciosos,
es oscurecer la razón y coagular las sombras alrededor de nosotros mismos.
Es indispensable enjuiciar todo lo que respecta a la orientación de nuestros
propios pasos, a fin de evitar la niebla de la perturbación y el dolor angustioso
del remordimiento.
En los dominios del espíritu no existe la neutralidad. Evolucionamos con la
luz eterna, según los designios de Dios, o nos estancamos en las tinieblas
conforme a la equívoca determinación de nuestro yo.
No vale encarnar o desencarnar solamente. Todos los días las formas se
crean y se destruyen.
Lo que importa es la renovación interior aumentando la visión, a fin de
seguir hacia adelante con la verdadera noción de la eternidad en la que nos
desplazamos en el tiempo.
La conciencia cargada de propósitos malignos, revestida de remordimientos,
llena de ambiciones desvariadas o ennegrecida de aflicciones, no puede
sino atraer fuerzas semejantes que la encadenan a torbellinos infernales.
La obsesión es el resultado de la siniestra unión de la mente con el desequilibrio
propio de las tinieblas.
Pensamos y damos vida al objeto idealizado.
La expresión visible de nuestros pensamientos más íntimos denuncia nuestra
misma condición espiritual, y los que tienen afinidad con la naturaleza de
nuestras inclinaciones y deseos se acercan a nosotros por lo que dicen nuestros
pensamientos.
Si persistimos en las esferas más bajas de la experiencia humana, los que
aún cumplen sus jornadas en los grados de la animalidad se nos acercarán
atraídos por el tipo de nuestros impulsos inferiores, absorbiendo a su vez las
sustancias mentales que emitimos y proyectando sobre nosotros los elementos
dañinos que llevan con ellos.
Imaginar es crear.
Y toda creación tiene vida y movimiento que, aunque breves, otorgan responsabilidad
a la conciencia que la manifiesta. Y como la vida y el movimiento
se vinculan a los principios que rigen las relaciones, es indispensable analizar
lo que damos, a fin de saber qué es lo que vamos a recibir.
Quien solamente mentaliza angustia y crimen, miseria y perturbación,
¿podrá reflejar en el espejo de su propia alma otras imágenes que no sean las
de la desarmonía y el sufrimiento?
Un depravado conviviendo entre santos no valoraría la pureza de éstos, ya
que, alimentándose con sus propias vibraciones no lograría discernir más allá
de sus mismas tinieblas.
Quien vive buscando piedras en la calle, seguro que no ha de encontrar sólo
pequeños e insignificantes guijarros, sino grandes losas.
Quien se demora indefinidamente en un pantano de arenas movedizas es
propenso a ahogarse en el lodo.
El viajero fascinado por los zarzales que bordean el camino corre el riesgo
de quedar atrapado entre los espinos del matorral salvaje.
Vigilemos nuestro pensamiento purificándole con la práctica incesante del
bien, para que así arrojemos de nosotros los grilletes que amenazan encadenarnos
a los oscuros procesos de la vida inferior.
Es en la fragua misma de la idea que se forjan las alas de los ángeles y las
cadenas de los condenados.
Por el pensamiento nos esclavizamos a los cepos del suplicio infernal, sentenciándonos,
a veces, a siglos de peregrinación por los caminos del dolor y de
la muerte.
La mediumnidad torturada es la unión de almas comprometidas en aflictivas
pruebas para saldar antiguas deudas.
Y para abreviar el tormento que flagela de mil modos a la conciencia reencarnada
o desencarnada, en los distintos grados expiatorios, es imprescindible
proponerse la renovación mental, pues éste es el único medio de recuperación
de la armonía.
Que alguien quede satisfecho sólo con la apariencia, en materia religiosa, sin
preocuparse de su perfeccionamiento interior, es tan inútil para el alma como
aceptar un cargo entre los hombres sin asumir la responsabilidad que conlleva.
Las simples expresiones de fe no son meras palabras con las que podamos
cubrir nuestras deficiencias y debilidades. Implican deberes de purificación que
no debemos rechazar, aceptando las obligaciones que nos corresponden.
En nuestros círculos de trabajo, no debe bastarnos con el hecho de creer y
estar convencido.
Nadie es realmente espírita ni está a la altura de este nombre sólo por haber
conseguido la cura de una dolencia rebelde con la ayuda de entidades amigas, y
se convenza con ello, admitiendo la intervención del mundo espiritual en su
existencia; como tampoco nadie es médium, en el elevado concepto del término,
solamente porque sea el instrumento de comunicación entre las humanidades
visible e invisible.
Para realizar el trabajo que nos fue asignado, conforme a los principios
superiores que iluminan nuestra marcha, es necesario concretar la esencia de
éstos en nuestras realizaciones como testimonio de nuestra conversión al amor
santificante.
No bastará, por tanto, el solo meditar acerca de nuestro idealismo superior.
Es preciso hacerlo realidad en nuestras manifestaciones de cada día.
Los grandes artistas saben colocar la chispa del genio en una simple pincelada,
en un reducido bloque de mármol o en la más ingenua composición musical.
Las almas realmente convertidas a Cristo reflejan su belleza en los
mínimos gestos de cada hora, sea en la emisión de una frase breve, en la ignorada
cooperación en favor de sus semejantes o en la renuncia silenciosa que la
consideración terrena no alcanza a comprender.
Nuestros pensamientos generan nuestros actos, y nuestros actos engendran
pensamientos en los demás.
Inspiremos simpatía y elevación, nobleza y bondad alrededor nuestro, para
que así no nos falte el día de mañana el precioso pan de la alegría.
El convencimiento de nuestra inmortalidad sin la altura de espíritu paralela
es una proyección de luz en el desierto.
Mediar entre dos planos diferentes sin elevar el nivel moral es estancarse en
la esterilidad.
El pensamiento es tan significativo en la mediumnidad, como es el lecho
para el río. Haced correr aguas puras sobre un lecho de fango y tendréis una
corriente oscura, adulterada.
Es cierto que divinos mensajes descienden del Cielo a la Tierra. Sin embargo,
para ello es necesario que existan los canales adecuados.
Jesús espera por la formación de mensajeros humanos capaces de proyectar
en el mundo las maravillas de su Reino.
Para alcanzar ese perfeccionamiento ideal es imprescindible que el poseedor
de facultades psíquicas no se detenga en la simple recepción de comunicaciones.
Le será indispensable la consagración de sus fuerzas a las más elevadas
formas de vida, buscando en la educación de sí mismo y en el servicio desinteresado
al prójimo, el material firme con el que construya su propio camino.
La comunión con los orientadores del progreso espiritual del mundo, a través
del libro, enriquece nuestro conocimiento y acentúa nuestra valía mental; y la
siembra constante de bondad trae consigo la cosecha de simpatía, sin la cual el
granero de la existencia se reduce a una caverna de desesperación y desaliento.
No basta ver, oír o incorporar a los espíritus desencarnados para que alguien
adquiera el carácter de respetabilidad.
Hermanos ignorantes e irresponsables forman enjambres, en todos los
sectores de la Tierra, en razón del grado evolutivo deficitario en el que se
encuentran las colectividades del planeta, y muchas veces, sin ningún ánimo de
perversidad propiamente dicho, millares de almas que se hallan libres de la
envoltura densa practican el vampirismo con los encarnados desprevenidos,
simplemente con la intención de seguir usufructuando las sensaciones del
campo físico que no han sabido o querido dominar.
Toda obra, para adelantar, exige trabajadores que se dediquen a su crecimiento
y al cuidado de ellos mismos.
Esto se ve claro en la naturaleza. No tiene frutos el árbol con pocos meses de vida.
La madera, sin un tratamiento previo, es imposible aprovecharla como
mueble en el santuario hogareño.
La arena movediza no garantiza firmeza a los cimientos. La luz no puede
proyectarla el candil que carece de aceite.
El automóvil no transita con normalidad donde no existe carretera.
¿Cómo esperar el pensamiento divino donde el pensamiento humano se
pierde en las más bajas reflexiones de la vida?
¿Qué mensajero del Cielo hará resplandecer el mensaje celestial en nuestro
entendimiento, cuando el espejo de nuestra alma yace ennegrecido por los más
inferiores intereses?
En vano buscaría la estrella reflejarse en el lodo de un charco.
Amigos, pensemos en el bien y hagámoslo.
Todo lo que existe dentro de la naturaleza es la idea exteriorizada.
El Universo es la proyección de la Mente Divina, y la Tierra, tal como la
conocéis en su contenido político y social, es el producto de la mente humana.
Las civilizaciones y los pueblos, las culturas y las experiencias constituyen
formas de pensamiento por medio de las cuales evolucionamos incesantemente
hacia las esferas más altas.
Preocupémonos, pues, de la obligación del auto-perfeccionamiento.
Sin comprensión y sin bondad nos hermanaremos con los hijos desventurados
de la rebeldía.
Sin estudio y sin observación nos contaremos indefinidamente entre los
infortunados exponentes de la ignorancia.
Amor y sabiduría son las alas con las que realizaremos el vuelo definitivo
rumbo a la perfecta comunión con el Padre Celestial.
Escalemos el plano superior, instalando pensamientos sublimes en aquellos
que nos rodean.
La palabra aclara.
El ejemplo arrastra.
Ajustémonos al Evangelio redentor.
Cristo es la meta de nuestra renovación.
Regenerando nuestra existencia según las enseñanzas de Él, reestructuraremos
la vida íntima de aquellos que nos rodean.
¡Amigos míos, creedlo!...
El pensamiento puro y operante es la fuerza que nos impulsará del odio al
amor, del dolor a la alegría, de la Tierra al Cielo...
¡Busquemos la conciencia de Jesús para que nuestra conciencia refleje su
perfección y su belleza!...
Sepamos reflejar su gloria y su amor, para que la luz celeste se manifieste
en nuestras almas, al igual que el esplendor solar se extiende sobre el mundo.
¡Comencemos nuestro esfuerzo de elevación espiritual desde hoy, y mañana
habremos avanzado considerablemente en el gran camino!...
Mis amigos, mis hermanos, rogando a Jesús que nos ampare a todos, os
dejo con un hasta pronto.

No hay comentarios: